Soy gallega. Aunque mi provincia es la única que no tiene mar, el olor del mar es mi olor preferido. No hay nada que se le parezca. Lo mío es el olor del mar. Lo añoro siempre desde el interior de Galicia y desde el de mí misma.
Siempre pienso que si pudiese guardaría el olor a algas en un bote de cristal. Bajaría con tarros a la playa y los llenaría de la brisa marina, para abrirlos después cuando me entrase la maldita ansiedad. En esos momentos en los que me cuesta respirar, en los que echo a correr, a veces por no mirar atrás y otras por no atreverme a dar la cara.
Nos encontramos por casualidad. Me dijo que a él también le gustaba el olor del mar
Curiosamente, en Argentina a todos los españoles les llaman gallegos, supongo que por una extensión del término de cuando aquellos primeros emigrantes de la época de mis abuelos cruzaban el charco desde Galicia en busca de un futuro mejor. Tal cual, con una mano delante y otra detrás. Muchos no tenían nada que perder. Huían de la guerra o alguien les había dicho que allí les esperaba la buenaventura. Tal vez no fuese del todo cierto, pero ellos así lo creían. Se iban a vivir su particular sueño americano. Tercos como mulas, rudos. Trabajadores natos llenos de ilusiones.
De algunos nunca se volvió a saber. Otros mandaban cartas de vez en cuando, como Virgilio, el hermano de mi abuelo, que escapó a Cuba para no volver. Y otros, claro, regresaban habiendo hecho pequeñas fortunas. Ensayaban entradas triunfales a sus pueblos, con una procesión de niños pequeños que correteaban a su alrededor, como si llegase una personalidad importante. Iban vestidos de blanco, con trajes caros para la época y que se llenaban del polvo de calles aún sin asfaltar. Ellos venían de la gran ciudad.
– ¡Viva la Argentina! – Coreaban emocionados algunos vecinos.
¡Y las madres…! ¡Ay, las madres! Esa sonrisa y ese orgullo de madre esperando con una olla de caldo en la cocina, pan recién amasado, una lágrima en el ojo y un abrazo que les había tardado toda una vida…
Empezamos a hablar y me dijo que pronto se marcharía a Argentina
Mi tierra está llena de faros. La línea de costa es recortada, sinuosa y muy extensa. En verano puedes encontrarte con días de sol infinitos y playas sin gente. Muchos faros. Un faro en cada cabo que arremete contra el Atlántico.
En Argentina también hay muchos faros. Todos presididos por el famoso Faro del Fin del Mundo en Ushuaia.
– ¿Me esperas? – Le pregunté. – Si me esperas me voy contigo a Argentina.
A mí me daba igual que fuese cierto o no. Que me fuese a esperar, digo. En aquel momento solamente necesitaba una excusa para huir de una Galicia interior que privaba mis instintos. Me faltaba la brisa y la distancia a la costa se me hacía interminable. Yo soy gallega, y siendo gallego uno siempre está listo para emigrar. En Argentina había mar, había playas y faros. Con eso me bastaba.
Hacía años que quería recorrer aquel litoral y encontrarme con el verano gélido del sur del mundo, donde parece que la noche no va a llegar nunca. Donde huele mucho a mar. Donde hace frío y las montañas siempre están nevadas.
Me esperó. Así que me fui con él.
Llegamos al sur. No me importaba el incansable pero agotador viento patagónico. Yo solamente quería oler el mar del fin del mundo. Necesitaba saber si al otro lado del Atlántico la sal y las algas acompañaban también a esa brisa que adormece mis sentidos. Soy la viajera de la sal del mar. La loca de los tarros de cristal.
Me olvidé de todo. Me planté delante del Faro del Fin del Mundo y me quedé helada como el viento. Podía oler las palabras de Julio Verne mientras me acordaba de toda mi Galicia entera. El océano al sur del sur traía casi el mismo olor. Aunque allí era más frío y resultaba más saciante. No pude moverme. Estaba plantada con el Canal de Onashaga a mis pies, como si yo fuese la reina del sur, inmune al paso del tiempo. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero podría haber pasado toda una eternidad. Podría haber presenciado la casi guerra entre Argentina y Chile. Ver a yaganes y kawésqar navegar en sus canoas, cuando aún eran los dueños de aquellas aguas y canales fueguinos. Haber avistado el HMS Beagle mientras Fitz Roy se llevaba a Jemmy Button. O escuchar alguna de las atrocidades que Darwin escribiría tiempo después sobre aquellos pueblos originarios y que una vez me revolvieron el estómago.
Pero no pude. Me enmudeció el mar. Se me entumeció el pensamiento. Me quedé clavada mientras se me requebraba el alma como a la Alfonsina de Mercedes Sosa. Era nuestro momento. El mío, el de Argentina y el mar.
Volví a Galicia. Con él. Y en la mano, un tarro de cristal.
Desde 2012 escribo este blog de viajes que se basa en mis propias experiencias. Aunque he viajado por medio mundo, hay destinos con los que estoy casi obsesionada y en los que prácticamente he centrado este blog: Galicia (mi tierra natal), Polinesia, Grecia, Argentina, Namibia y Chile. Hablo de estos lugares con conocimiento profundo y rigor, mostrándolos siempre desde la realidad sin edulcorar y el respeto.
Aunque soy Ingeniera Superior de Telecomunicaciones, no ejerzo desde 2018, momento en el que centré mi trabajo en la escritura de viajes. Soy una persona con muchas inquietudes, por lo que además de escribir este blog, también lo he hecho para revistas como Condé Nast Traveler o el blog de IATI Seguros. En estos años he participado con una sección de viajes en Quen Anda Aí de la Televisión de Galicia y como ponente en diversos eventos, como la V edición de Fairway, el Foro del Camino de Santiago.
En 2020 fui finalista a Mejor Blog Revelación en los Premios IATI y me han entrevistado en múltiples ocasiones, como en este reportaje de mujeres viajeras de El Diario o este otro de La Voz de Galicia que se centra en mi viaje de vuelta al mundo.
Aquí puedes leer más sobre mí, así como consultar mi portfolio y mi media kit.
Hola, Eva:¡Qué placer leerte! Soy argentina con cuatro abuelos gallegos. Como decís bien,de los cuatro ,tres volvieron a tu tierra pero regresaron a la mía( para mí alegría,porque pude disfrutarlos y aprender mucho de todos, sobre todo a amar a Galicia)Aún no tuve la suerte de conocerla,aunque siempre está en mis planes( Cuando lo haga voy a guiarme por tus palabras)
. De hecho,digo que voy a regresar,porque mis padres me «encargaron»allí en su viaje de luna de miel. Y el gallego fue la primera lengua que escuché en mi casa. Como también vi que conociste parte de Argentina,te cuento que la canción que canta Mercedes Sosa está inspirada en la ciudad donde vivo: Mar del Plata y donde lamentablemente Alfonsina terminó su vida. ¡Vení a conocerla y escribí sobre ella!Te envío desde aquí un abrazo fuerte. Claudia
¡Excelente artículo chicos! Es increíble cómo muchas veces pasamos por alto la belleza de nuestras costas en Argentina. Me encantó la forma en que destacás diferentes destinos de playa que no son tan conocidos.
Pues una pena que no te hayas detenido a leerlo, porque esto no es un artículo sino un relato…